Seguro que tienes o has tenido ansiedad alguna vez, todo el mundo la tiene y todo el mundo habla de ella, ¿pero realmente sabes lo que es? En este artículo me gustaría hablar de la ansiedad de verdad, no de los nervios, o el estrés puntual ante alguna cosa que nos pasa. Hablemos de ansiedad, ansiedad en mayúsculas.
En la raíz de la salud mental actual, la ansiedad aparece como una sombra que acecha la vida de innumerables personas. En este artículo se pretende ofrecer respuestas algo más simples a una experiencia muy compleja e invitar a una exploración más profunda y reflexiva de la ansiedad, reconociendo su impacto significativo en el bienestar emocional de muchos.
La ansiedad, en sus diversas caras, es un fenómeno complejo que va mucho más allá de una simple preocupación ocasional o un malestar puntual. Es un estado emocional que puede tener un impacto inmenso en nuestras vidas cotidianas, afectando a nuestras decisiones, relaciones y, en última instancia, la nuestra percepción del mundo que nos rodea.
¿Qué es la ansiedad?
Presión en el pecho, pensamientos que no se van, se te acelera el pulso… ¿te suena? Efectivamente, eso que te está pasando es ansiedad, y como puedes ver convivimos con ella en el día a día.
La ansiedad en definitiva es una de las tantas emociones que puede sentir el ser humano y, aunque nos moleste, es adaptativa, por lo que no podemos eliminarla (por mucho que lo intentes).
Todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido miedo, y es necesario que sintamos miedo ya que es una emoción que nos permite seguir vivos. Tener miedo nos ha ayudado a lo largo de los siglos a no caernos de sitios altos, no tocar cosas calientes ni acercarnos a animales con dientes. En esta nueva era nos enseña que no se cruza en rojo, a prepararnos un examen con tiempo o a llegar puntuales al aeropuerto (como puedes ver no todo es malo).
La ansiedad aparece como consecuencia directa al miedo, es como una antesala terriblemente incómoda. Su función es generar incomodidad y una respuesta (que normalmente es de huída y evitación) que nos aleje de ese estímulo potencialmente peligroso o dañino. Por ejemplo, son los nervios que aparecen antes de un examen los que nos motivan a ponernos las pilas y estudiar.
Pero la ansiedad tiene un pequeño, minúsculo e insignificante problema… no sabe distinguir si ese peligro es real o no… y ahí es cuando la cosa se nos va de las manos. Me explico, cuando tu le mandas el mensaje a tu cerebro de que algo es peligroso él te va a creer y va a actuar en consecuencia, protegiéndote a toda costa. Esto provoca que tengas la misma reacción si viene un león a comerte a si tienes que dar una charla delante de un auditorio, es decir, dependerá de lo que tu hayas decidido que es peligroso para ti.
Esto tiene una parte buena y una mala: la mala es que hay una gran “hiperactivación” a eventos peligrosos que no es real o proporcionada que hemos ido condicionando a lo largo de nuestra vida; ¿la buena noticia? que podemos reprogramarlo.
Tipos de ansiedad
La ansiedad aparece de todas las formas y colores. Unas veces es tan sutil como un temblor ocasional en el párpado, y otras genera síntomas parecidos a un infarto. Como puedes ver el espectro de la ansiedad es amplio y desagradable.
En la siguiente imagen te muestro una clasificación general de la ansiedad dependiendo de sus síntomas y del grado en el que afecta a la persona.
Los problemas de la ansiedad más habituales se pueden clasificar en cinco grupos:
- Crisis de pánico (o crisis de ansiedad): la reacción de ansiedad es muy intensa, la persona se siente aterrorizada sin razón evidente durante minutos u horas y tiene una sintomatología física muy fuerte.
- Ansiedad generalizada: es uno de los trastornos más comunes. La persona se siente extremadamente preocupada por todo lo que acontece en su vida y cree que todo saldrá mal, aunque no haya ninguna causa que lo provoque. Se caracteriza por pensamientos intrusivos muy persistentes.
- Obsesiones: pensamientos inapropiados que producen una marcada ansiedad o angustia.
- Trastorno por estrés postraumático: se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un acontecimiento estresante y muy traumático.
- Fobias de todo tipo: su rasgo esencial es la presencia de un temor irracional y persistente a algo que representa poco o ningún peligro real.
¿Cómo funciona la ansiedad?
Como hemos visto antes la ansiedad es una respuesta adaptativa ante un estímulo potencialmente peligroso (real o no), y como tal provoca una respuesta rápida e intensa. Te presento a continuación “La curva de la ansiedad”.
Como se ve en la curva, esa activación, se produce de una forma rápida, lo cual tiene mucho sentido ya que su objetivo es ponernos a salvo lo antes posible. Cuando hace muchos miles de años veías a un dinosaurio con dientes acercarse con cara de pocos amigos, necesitabas que tu cuerpo se pusiera las pilas y te diera la energía suficiente para salir corriendo y trepar a un árbol ¿tiene sentido verdad?
Pero después de un subidón, con todo lo que ello conlleva a nivel de neurotransmisores y recursos físicos, llega inevitablemente el bajón y aquí es cuando se complica la cosa.
Cuando la ansiedad que sentimos no es real o proporcionada (no te puede dar el mismo miedo un tigre hambriento que un examen de matemáticas) queremos que ese bajón llegue lo antes posible y lo forzamos a través de una respuesta de escape. Y ahí, querido lector, es cuando metemos la pata estrepitosamente, porque pasan dos cosas que van a empeorar la situación:
- Le estamos confirmando a nuestro cerebro que efectivamente el peligro era real, por lo que, cuando volvamos a estar en una situación igual o parecida, nuestra cabeza habrá aprendido a ponernos a salvo.
- Cuando estamos emocionalmente al límite y encontramos algo que nos alivia, inevitablemente ese “algo” nos engancha y se refuerza para un futuro.
Pongamos un ejemplo: los dichosos exámenes de matemáticas. Imagina que tienes un examen de matemáticas que no te apetece hacer, porque no lo llevas bien, porque no te motiva, porque es un examen final y te lo estás jugando todo, porque si suspendes tus padres te van a regañar…
La respuesta “normal” de la ansiedad sería que la subida de activación (que hemos visto en la curva de la ansiedad) mandara pensamientos del tipo “venga, cuanto antes me ponga antes me lo quito”, “voy bien de tiempo pero me tengo que poner las pilas a hacer los ejercicios”, “voy a preguntarle a la profesora por esto que no he entendido”, etc. Es decir, nos activará lo suficiente como para controlar mejor la situación y ver que no es peligrosa si nos responsabilizamos de ella.
¿Qué suele ocurrir en muchos casos? Que los pensamientos van más en la línea de “voy a suspender seguro”, “es que no me da tiempo es muy difícil”, “mis padres me van a castigar sin salir seguro”. Como te podrás imaginar, este tipo de pensamientos no invita a que te sientes a estudiar, y como no te vas a sentar a estudiar tienes más papeletas para que el examen no te salga bien.
Pero la cosa todavía se puede liar más. Como esos pensamientos no son nada agradables, queremos escapar de ellos ¿y cuál sería una distracción perfecta? Pues, por ejemplo, coger el móvil y pasarnos horas perdidos ahí dentro. Esto va a generar ese “enganche” al teléfono cada vez que nos sintamos mal, ya que hemos aprendido que es eficaz a la hora de distraernos de lo que no queremos escuchar en nuestra cabeza.
¿Qué le pasa a tu cuerpo cuando tienes ansiedad?
Hemos visto lo que pasa en nuestra cabeza cuando tenemos ansiedad, pero las consecuencias en nuestro cuerpo no se quedan atrás, sobre todo si esta ansiedad continúa durante mucho tiempo.
- Insomnio: algo súper común y súper peligroso, tener el ritmo de sueño alterado tiene consecuencias fatales para nuestra salud a largo plazo.
- Problemas en la piel: desde picores, a rojeces a brotes de cualquier bacteria de la piel que puede derivar en un desequilibrio en la barrera cutánea.
- Bruxismo: apretar, rechinar o crujir los dientes cuando estamos dormidos.
- Tensión muscular: la ansiedad genera que contraigamos los músculos de forma inconsciente lo que puede ir desde un temblor en el ojo a dolores de cabeza y fuertes migrañas.
- Problemas digestivos: afecta al tránsito intestinal, la absorción de nutrientes, hinchazón, diarreas y alteraciones grandes de peso.
- Problemas cardiovasculares: está demostrado que el estrés crónico es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiacas
- Problemas inmunológicos: uno de los efectos principales del desajuste hormonal que provoca la ansiedad es una debilitación del sistema inmunológico lo que nos deja más desprotegidos a cualquier tipo de enfermedad.
- Disfunciones sexuales: afecta de forma significativa al deseo sexual y la fertilidad.
El lado positivo de la ansiedad
Pero tranquilo, no todo va a ser malo, recuerda que la ansiedad es adaptativa, por lo que sí está ahí es porque la necesitamos, solo hay que aprender a sacarle provecho.
Para empezar tenemos que aprender a escucharla sin entrar en pánico ¿no está creada para avisarnos de un peligro? pues vamos a hacerla caso desde un punto constructivo y pararnos a preguntarnos por qué algo que no debería darnos miedo nos lo da para poder solucionar el problema desde dentro.
Y para seguir, la ansiedad es algo que nos moviliza, nos motiva, nos empuja a hacer cosas. Es ella la que te hace levantarte del sillón, apagar (por fin) Tik Tok y dedicar tu tiempo a actividades más útiles. Es decir, transformar esa ansiedad en motivación para que nos dé esa “patadita en el culo” que a veces necesitamos.
Como toda buena relación hay que construirla con tiempo, cariño y dedicación. Aprender qué constituye nuestra ansiedad, cuál es el contenido de esos pensamientos intrusivos tan dañinos para poder enfrentarnos a ello. Porque sí, sintiéndolo mucho, hay que enfrentarse a ellos para poder superarlos.
¿Qué hemos aprendido?
Espero que este artículo te haya ayudado a reflexionar y a darte cuenta de que la ansiedad no tiene por qué ser necesariamente tu peor enemiga. Pobrecita, miles y miles de años salvándonos de la estupidez humana y ahora resulta que es la que va a terminar con nuestra salud mental.
Si bien es cierto, es un estado emocional complejo inherente al ser humano que genera un gran malestar en la vida diaria de muchos y, por tanto, debe ser tratada con la seriedad que se merece. Acostumbrarse a vivir con insomnio, pensamientos intrusivos, sensación de malestar, evitación constante… no debería ser una opción y por ello tenemos que ponernos en marcha para mejorar esta situación. Por favor, no des por sentado que la ansiedad es algo que todos tenemos y que no se puede quitar ya que las consecuencias a largo plazo, tanto para la mente como para el cuerpo, pueden ser devastadoras.
Al abordar un tema tan serio como la ansiedad, es fundamental recordar que, aunque se haya explorado en este artículo, la comprensión completa de este proceso demanda una atención más profunda y, en muchos casos, la guía profesional de un especialista en salud mental.
La conclusión aquí no debería ser simplemente una reflexión pasajera, sino una llamada a la acción hacia el autocuidado. El bienestar mental debería ser un compromiso prioritario y continuo que trabajemos día a día.
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